Ayer moría Boris Yeltsin, uno de los personajes más peculiares que he ido viendo por estos mundos en estas últimas décadas. Sus excesos con el alcohol, le llevaron sus problemas, y situaciones cuanto menos muy poco usuales para el que fue en su momento presidente de uno de los más poderosos paises de la tierra.
Pero no se puede olvidar su actitud frente al golpe de estado en la extinta URSS, subido a un tanque, arengando a los rusos y soldados a plantar cara, dió la vuelta al mundo, y contribuyó decisivamente a la caida de una dictadura. Precedido por una purga tras denunciar él la corrupción, no se si acabó cayendo en ella, pero también queda en el recuerdo esa sesión del parlamento en la que obligó a Gorbachov a firmar la disolución de la URSS.
Con sus cosas buenas y malas, contribuyó notablemente a un cambio de régimen no excesivamente traumático, aunque el panorama que dejó a su sucesor, Putin, no fuera de lo mejorcito, creo que merece un sitio destacado en la historia.
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