Estos días se ha conocido una
sentencia en EEUU que condenaba a la empresa Power Balance a una
indemnización de 57 millones de euros a un grupo de consumidores
que les denunciaron por publicidad engañosa. La multa aquí, vino de
andalucía, y fué de 15.000 euros, mientras que en Italia la multa
por publicidad engañosa fue más alta, 350.000 euros.
Aquí sigue pareciendo que engañar
sale barato, pagas una multa ridícula y ya está. Pero claro, si
hasta la ministra de sanidad llevaba la pulserita de marras! Inentendible que alguien así esté en un cargo como ese... Cuando
uno piensa en la pulsera ridícula de silicona, se acuerda de otra
que rondaba hace unos años, también 'milagrosa' que si no recuerdo
mal por magnetismo era casi mágica, y tenía unas esferas en los dos extremos.
No hace tanto, teníamos las ridículas
ecobolas, ecológicas por sus iones... Servían para lavar sin
detergente, pero claro, son esas cosas que no se pueden vender a lo
bestia, porque las grandes cadenas están controladas por los
fabricantes de detergentes, y sólo el que podía comprarlas no en
ninguna tienda física, sinó en oscuros canales de distribución, era el 'afortunado/a' que la tenía, y encima
se sentía casi único, privilegiado.
Mi mayor sorpresa ha sido que ahora han
salido los collares cuánticos... Ya me molesté en su momento en
leerme el tema de las ecobolas a fondo, para ver lo ridículo de sus
fundamento, emplean 4 términos que parecen científicos, de los que la gente normal sólo ha oido referencias, algún título, y poco más, y aunque parezca increible, con esas palabras se lo creen todo muchos, supongo pensando debe ser algo demasiado complicado de entender para ellos.
Resulta que esta semana han coincidido
dos cosas más. Por un lado, la victoria de Rajoy, con la que muchos
pensaban que de golpe y porrazo, cual pulsera mágica o collar
cuántico, los problemas desaparecerían y no quedaría ni rastro,
lavado todo con una ecobola. Pero no. Y yo andaba leyendo un libro,
'El Médico' de Noah Gordon, donde el protagonista en su primera
etapa, es un vendedor de esos que veíamos en las películas del
oeste, con un carromato y unas botellas de un licor, un elixir
fabusolo, universal, curatodo...
Pasan los tiempos, cambian las formas,
pero el fondo es el mismo, una estafa sin más, abusando de gente
desamparada, con problemas de todo tipo, y que busca la piedra
filosofal a fin de cuentas, que le resuelva todo, como dirían,
salud, dinero y amor... Y ninguna de estas cosas, ni otras muchas,
caen del cielo sin más. Todo este tipo de cosas son lo que se dice
engañabobos, timos, sin más.