El mismo día no hablé nada, no quise tener ninguna iniciativa, preferí esperar y dar a la otra parte la capacidad de iniciativa y de explicarse, sólo era una mera ilusión de algo imposible.
Los hechos siempre habían sido hasta ese día los mismos: hay que aprender de los errores, de palabra, en los hechos, al bajar a lo concreto, a analizar cada error, siempre las culpas eran de los demás. Era un tema recurrente, muy hablado y siempre acabando en el mismo punto.
Es fácil adivinar cuan previsible era el final cuando ya hacía unos 10 días me había devuelto las llaves de casa con una excusa un tanto surrealista. Era algo previsible. Y así fué, una llamada telefónica, ninguna palabra clara, ella veía mi absoluta desconfianza, y así dijo como si ella fuera la ofendida, en esas condiciones mejor dejarlo. Igual esperaba al decir esas palabras una reacción mía, y lo único que de mi salió fué simple: mejor dejarlo. Con tus cosas? Tíralas a la basura. Dejé pasar una semana, le hice un par de llamadas, sin respuesta, y tras volver de vacaciones en Menorca con mi hija, recogí todo lo suyo, y al contendor de la basura. Todo esto se desencadenó hace un año, y tan tranquilo, con la conciencia muy tranquila.
Lo mejor de todo, tantas cosas pendientes que estaban en el tintero y por fin he podido ir completando. Incluso ayer tarde, empezé a leer un libro regalado por ella, y no tuve la sensación de estar ante algo vinculado con ella.
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