Hace unos cuantos días, en un escrito del 21 de Junio, titulado 'Infelices' --S-- me 'retó' en los comentarios a hacer un decálogo de la amistad. Dije que aceptaba el reto, y aquí va mi planteamiento. Seguramente en Septiembre, cuando toda la gente que está de vacaciones vuelva, repescaré el tema de nuevo, sobretodo si queda algún fleco.
Los dos criterios básicos que manejo son la lealtad y la sinceridad. Empezaré por el segundo, la sinceridad. Yo de los amigos no espero loas ni alabanzas, espero que siempre me digan lo que piensan, sin reparos, si no les parece bien algo, me lo digan claro. De entrada, un desacuerdo abierto, puede chocar, pero cuando viene de un amigo, pretende atacarnos? No, creo que eso es plantear las cosas como son, prefiero una verdad por dolorosa que sea, ya que puede hacerme reaccionar si estoy equivocado, que una mentira piadosa, que a fin de cuentas, si me equivoco, no me servirá más que para persistir en mi error.
Muchas veces sucede que aún teniendo dos planteamientos diferentes, el tema lo sigues hablando, o reaparece al cabo de un tiempo, con nuevos matices, y antes o después se verá que era lo mejor, si mi planteamiento o el de mi amistad. Y por supuesto, lo mejor de todo es que no por estas discrepancias, que incluso pueden no resolverse, no empañan la amistad. La mentira sólo siembra desconfianza, por eso nunca la he aceptado, es un veneno en una amistad, lo mismo que decirte una cosa a la cara y otra a la espalda a otra gente.
El otro aspecto, la lealtad, es básico para mi. Ya no tanto la lealtad personal, sinó también como forma de actuar ante los demás. Tengo de esto dos ejemplos muy claros. Uno de ellos en mi trabajo.: hace varios años, mi director me pidió un programa para darle unos datos que debía traspasar a la gerencia de la empresa, y por lo que sea, no nos entendimos bien, y cuando se lo di, por la confianza habitual, no los comprobó, y los pasó directamente sin ver el error. Cuando se reunió con gerencia, ante mi error en ningún momento manifestó que era un error mío, asumió su parte, dió él la cara por mi, y planteó que me lo había pedido mal y encima no lo había comprobado. Cuan distinto a otro director que tuve! Pero esa es otra historia.
En el terreno personal, las lealtades pueden sorprender mucho. Hace escasos dos años, en medio de una trifulca dialéctica, a una persona a la que conocía, pero no le prestaba mayor atención, fué el centro de la polémica. Todo por un pequeño desliz al decir una cosa, y al ver su error, no revelar porqué lo sabía para defender a la persona que se lo había transmitido, alguien que era su amiga. En todo el follón, me di cuenta del problema y sobretodo, vi el gesto de lealtad hacia la otra persona, y me gustó. Son detalles de esos que aprecio y a la vista de la situación, medié y ayudé a resolver el problema. A partir de ahí, entre ella y yo nació una muy buena
amistad, y le he visto gestos de lealtad incluso con quien no la merece, prefiriendo a veces quedar mal antes que devolver la basura que se le lanza. Y hoy tengo con ella mucho más que una muy buena amistad, y es que --S-- es todo un amor.
Cuando alguien siento que me ha traicionado, o ha traicionado la confianza, rara vez le doy otra oportunidad, y según sea el caso, ni oportunidad a explicarse, planteo mis razones para el fin, y se acabó. Por doloroso que sea. Ahora tengo unas cuantas buenas amistades, otras a las que consideraba así tiempo atrás, lo han dejado de ser por cuestiones del tipo que he planteado, deslealtades, traiciones, engaños... Así como unas me han fallado antes, es posible que alguna de las actuales me falle algún día, pero por la gente que son, y lo que me importan, espero que no llegue el caso, me dolería mucho.
En definitiva, un amigo no es quien va proclamando que es un amigo, sinó quien se comporta como tal.
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