Y es que hay días que realmente se tuercen.
Ayer al mediodía, al volver de comer al trabajo, recibimos la noticia: un compañero del trabajo de los almacenes, muy poco mayor que yo, con el que siempre me llevé muy bien había tenido un infarto, y en el traslado al hospital, había muerto.
No recuerdo la última vez que hablé con él, pero seguro que sería el día antes para algún problemita, como tantas otras veces.
Si, es ley de vida, lo sabemos todos, pero cuando esto ocurre a nuestro lado, siempre es un mazazo.
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