Impresionante. Es la única palabra que se me ocurre para describir lo que ha sido la cacerolada en la zona donde vivo de Barcelona. Muchísima gente en los balcones, mucha también haciendo sonar todo tipo de cacerolas e instrumentos de cocina, bocinas e incluso muchísimos coches haciendo lo mismo, y pasadas las 10 y cuarto, la gente no paraba. Una forma distinta de protesta, que sin duda muestra nuevamente el rechazo a la guerra.
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