Recuerdo muy bien como viví todo lo que se dió en llamar 'primavera de Pekin', y que culminó en la matanza de Tiananmen.
Marcó un cambio importante en mi vida lo allí sucedido. Por aquella época, aún tenía una cierta actividad política, y debía ser uno de los encargados de presentar un debate sobre como el ejército 'rojo' actuaba modélicamente frente a las protestas. Ya por aquellos tiempos, estaba muy desencantado, y esa me pareció una cosa interesante.
Pero... cambiaron los hechos, dos días antes, el ejército chino entró a sangre y fuego, y en 'mi casa' renacieron los eufemismos y claro, antes de que nosotros por nuestra cuenta, presentáramos unas ideas ante uns hechos que no eran los deseados a tratar, pero que la realidad obligaba a afrontar, se nos dijo, no, antes de debatirlo entre todos, los 'capos' deben decir y decidir y nosotros amoldarnos.
Y para mi fué la gota que colmó el vaso, el hecho que me desvinculó de la política activa por completo. Donde quedaba eso de atreverse a equivocarse, de plantear unas ideas, con la deliciosa posibilidad de equivocarse? Pero es (y era) peor aún: para mi era acallar una realidad, intentar evitar que podamos pensar por nosotros mismos.
Fué para mi un punto y final a una etapa, que asumí plenamente. Puede costar entenderlo sin dar más detalles, pero para mi era una cuestión de principios, una más entre muchas. Sigo teniendo mis ideas, pero ya son al margen de cualquier grupo. Se podría decir que lloré muy amargamente de un modo doble esos días, por las víctimas, y por unos ideales truncados. 20 años ya, pero lo recuerdo como si fuera hoy mismo.
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