Siempre cuando hablamos de democracia, hay una cuestión básica que debe presidir cualquier resultado: el que sea un dato fiable y comprobable, y que no hay fraudes.
Hace poco más de una semana en Irán hubo unas elecciones presidenciales que cada día tienen unos resultados bajo más y más sospechas.
Al principio cuando se conocieron los resultados, desde fuera, en unas elecciones sin observadores y donde las garantías son escasas, poco podíamos decir, incluso podía pensarse más en una rabieta del perdedor que en una realidad.
Pero la importancia y reiteración de las protestas, da que pensar. Y más cuando se conocen algunos datos de resultados en algunas provincias, con cifras aparentemente muy absurdas.
La guinda del pastel llega cuando ya desde los organismos oficiales iranís, se admite que en 50 ciudades se han contabilizado más votos que gente censada...
Ante esto, la validez de cualquier resultado es algo tan discutible, aún siendo un asunto interno iraní, que no podemos aceptar.
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