Lo ideal para estos días, es pillarse un buen resfriado. Si, es un auténtico coñazo, por supuesto, malestar generalizado y ganas de no hacer nada. Pero claro, hay comidas familiares, y lo mejor para acortarlas en el momento adecuado, es el resfriado notorio. Cuando decides marcharte antes de lo que sería habitual o algunos desearían, el resfriado funciona de maravilla, con el malestar no te apetece alargar la post-comida, y tienes la excusa perfecta.
Lo malo, no tienes ganas de hacer nada, sólo de tumbarte, escuchar música a un volumen normalizado, que te reconduzca a un estado de medio relax y medio soñar no sabes si dormido o despierto. Esto me pasó hoy. Escuchando a Frank Zappa, a la tenue luz del monitor de fondo, tumbado en un sofá, recordé el anochecer del martes. Volvía de un sorprendente y muy agradable miniviaje, y pude contemplar durante bastante rato las estrellas en el firmamento. El viento de estos días, había despejado mucho el cielo, y podía ver estrellas por todas partes, no hacía falta más que girar un poco la cabeza, para estar rodeado de esa magia, que tan negada tenemos en las grandes ciudades por la contaminación atmosférica y lumínica.
Ese dulce anochecer, fué sin duda alguna, la mejor culminación a un día tan sorprendente como bueno, para recordar durante mucho tiempo, o tal vez más. Pero eso ya es otro tema que prefiero guardar para mi, con todos los buenos recuerdos. Con toda seguridad, estas fechas las recordaré este año más por ese día que por las fechas que son.
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