Algunas veces podemos encontrarnos con gestos que provienen de desconocidos (o casi desconocidos) que nos pueden reconfortar mucho en momentos delicados. Ayer (o anteayer, no estoy seguro) la fisioterapeuta que me está ayudando con mi espalda, tras comentarle lo último que me dijo el médico estuvo charlando un poco conmigo, y mientras me dejaba con lo mío, con la mano me tocó el pié como dando ánimos. No es que lo necesitara especialmente, pero siempre reconforta.
Pero lo más importante es que me recordó el gesto que tuvo una enfermera a la que nunca más he vuelto a ver, hace 9 años y medio en el momento más doloroso de mi vida, en un hospital. No nos habíamos cruzado palabra alguna, ella sabía lo que había pasado, y simplemente me oyó hablar con alguien y como estaba animando a esa persona, y cuando se retiraba, simplemento sin decirme nada, puso su mano en mi hombro un momento. Ese gesto me transmitió mucha fuerza, aunque me quedaban en ese momento, ese extra me vino muy bien, y es algo que tampoco nunca olvidaré de ese día.
Realmente hay gestos que valen mucho más que mil palabras. Siempre me quedaré con las ganas de saber quien era y podérselo agradecer algún día, pero se que la mejor forma de agradecérselo, es actuar de ese modo.
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