De toda la gente que uno se cruza en su vida, son pocas las personas que dejan huella para siempre. Más raro es que sea alguien del trabajo, y que encima sea el máximo jefazo. Porque si es un jefazo quien deja huella lo más normal es que sea en el sentido más negativo, y claro, uno prefiere olvidarlo.
Pero no es este el caso. Incluso con la gente que me conoce lo he comentado muy poco, y es que puedo decir bien claro que de todos los años que llevo en la empresa, si tengo que recordar a alguien, es a él, por mucho que sea poco accesible aparentemente, por mucho que sea 'empresa' y no trabajador, más que un jefe o un directivo, yo le tengo por persona. Si, muchas cosas se le pueden reprochar en cuanto a condiciones para muchos trabajadores, especialmente cara a las mujeres y sus posibilidades en la empresa.
Aún así, gestos humanos como el que tuvo conmigo hace casi 10 años, de alguien que podía muy bien haberse quedado con los formalismos como otros muchos, fué lo contrario. Claro que sólo él podía también entender mi situación y sentirla como yo mismo, por grande que sea la empresa.
Este viernes con motivo del convite por la jubilación de la que ha sido su secretaria durante 33 años, hizo un discurso que bien podría ser transcrito como una página web, con sus enlaces a otros temas que iba sacando y en consecuencia lo hacían un tanto largo y aburrido. Tuve un momento para acercarme a él y saludarle, porque me apetecía, lo normal es que entre jefes y trabajadores el contacto sea más bien distante, pero tantos años después, me apetecía charlar un momento con él, y quería decirle que es alguien de quien me apetece hablar en algunas ocasiones, de decir la suerte que uno tiene de haberse encontrado a gente así en su vida. Aunque su gesto y sus palabras conmigo en su momento no fueran más de 5 minutos, dejó una huella agradable en un muy mal momento, y para mi es en parte un orgullo seguir trabajando en la misma empresa donde por suerte algún(os) jefes son ante todo personas.
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