La tormenta de esta madrugada me ha despertado, y será por las fechas, me ha recordado que hace ahora 9 años hice mi primer viaje a Irlanda, sólo 4 días, un viaje que me sentó de maravilla en ese momento, lo necesitaba, y me permitió empezar a descubrir un pais que desde siempre me ha fascinado.
Hablar de Irlanda es hablar de lluvia, y que fueron esos 4 días? Llegar, empezar a llover, en casa de mi hermano una buena cena, y luego a tomarnos unas pintas en el pub del pueblo, un pueblecito encantador, en la costa suroeste, en la entrada de uno de los puertos naturales más grandes del mundo.
La lluvia fué una constante desde el jueves hasta el domingo por la mañana, y el sol sólo lo vi ya después de comer, justo antes de ir al aeropuerto. Como me comentaba uno ayer, allí entre tormenta y tormenta llueve. No es así, otras veces que he estado he tenido 10 días seguidos sin llover.
Esa constante me ayudó a comprender mucho más la costumbre del tazón de café que se toman, agua caliente coloreada? Porque entras en una taberna, enmedio de una tormenta, con viento, agua, frío... y tomarse una pinta de cerveza pues no siempre es lo que más apetece. No es que me guste especialmente la lluvia, es más, esos días me impidió poder ver unos conocidos acantilados que vi en otra ocasión, aunque en realidad era la combinación de lluvia y viento lo que lo impedía, andar bajo la lluvia sin más, se puede hacer, aunque ves la neblina y dices, poco veré... Sigues avanzando, y el viento te lanza gotas frías de lluvia a la cara, haciendo incluso daño... Nos tocó dar la vuelta, sentarnos en un bar, y tomarnos ese tazón de café para entrar en calor, y luego como no, algunas pintas.
Hace ya varios años que no he vuelto, y ya tengo ganas de volver pronto, echo de menos esa gente, sus cervezas, su tranquilidad y su música.
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